Macá pico grueso - Cuidado de las crías
Se descubrió este nido gracias a las cabecitas delatoras de los pichones. Bastante alejado y sobre la costa de un islote tanto el nido como el macá habían pasado inadvertidos. En la primera foto apenas se asoma la cabecita de un pichón por debajo del adulto. El otro adulto desde el agua parece tocarlo con el pico. Cuando los huevos eclosionan, los pichones tienen un grado de madurez y movilidad tal que les permite dejar el nido a los pocos días. En las dos primeras fotos el adulto los cubre para darles calor. Permanecen en el nido, donde reciben el alimento. Los pichones presentan un estriado blanco en cabeza y cuello, y pico rosado.
De a poco van ganando confianza y se aventuran al agua alejándose del nido, aunque regresan a él. Son alimentados por los padres quienes les proveen pescado, que las crías comen enteros. Durante esta etapa no se sumergen.
Casi un mes después las estrías solo permanecen en la cara y el pico va perdiendo su coloración rosada. Casi igualan al adulto en tamaño. Ya se sumergen, lo que dificulta el seguimiento. Se alimentan por sí solos. Este caso testigo, además de ser el mejor documentado de los tres, tuvo una particularidad. Uno de los dos pichones que sobrevivió apareció con una pata cercenada. Esta condición le impedía sumergirse adecuadamente y pasaba mucho tiempo flotando sobre la superficie. Esto permitió diferenciarlo del hermano. El detalle interesante es que mientras el pichón "normal" hacía su vida en forma independiente, el disminuido no fue abandonado a su suerte. Un adulto le traía comida. Esto ocurrió hasta que no se los vio más en la laguna.
En el último registro los dos hermanos tienen la apariencia más de adulto. Se aprecian los últimos vestigios del plumaje infantil y de la coloración del pico. En las últimas dos tomas un hábito típico de los macaes: comer plumas. Pueden ser las suyas propias o no. En este caso estaban sobre el agua. No se sabe por qué lo hacen pero les acarrea ciertos beneficios que podrían explicarlo. Las plumas actúan como un colador para que los huesos de los peces no pasen al intestino y sean digeridos en el estómago. La molleja de los macaes no es apto para triturar estos huesos. Además cuando las plumas terminan en el estómago se mezclan con otros restos no digeridos y son expulsados como pellets.